Ana Torroja no tenía voz

Tres días después del más famoso aniversario de la temporada, El 7 de septiembre, Mecano se han tributado a sí mismos con la complacencia de su público madrileño. Lleno absoluto los dos días, cuarenta mil personas en total, como parte de una gira apoteósica que ha puesto al grupo del momento en ruta por España durante el verano. Han vendido en cuestión de semanas más de quinientos mil discos, tienen un incontestable éxito en Francia y anuncian la edición inminente del álbum Aidalai en Italia y el Reino Unido. Con Mecano de todo, mucho.

Se han situado más allá del punto más alto que había hasta ahora. En la historia de la música pop española habrá que hacer capítulo aparte sobre antes y despues de la exitencia de este trío. Han inflamado la música con sus movimientos, lanzamientos y conciertos. 

Es una infección de Mecano que tiene que ver con su ingenio y,presumiblemente, con la mediocridad y austeridad de parte de sus rivales. El público de Mecano, y lo vimos en Las Ventas, ha crecido más deprisa que ellos mismos. Los jóvenes jovencísimos que les seguían antes tienen ahora a su lado a otros espectadores más adultos. Y puede que sea porque mientras la competencia habla de amores y paraísos poéticos, Mecano, que tambien practica la cursileria, entra a saco con el SIDA, las drogas, la discriminacion sexual y otras preocupaciones colectivas. Y todo a ritmo del pop más consumible de todos. El concierto comenzó con El peón del rey de negras. El sonido fue apabullante, con exhuberancia y tronío. La iluminación, efectista pero no truculenta. 

Hicieron canciones de último álbum, presentadas con habilidad en las pantallas de video que acompañaban el escenario, y alguno de sus temas clásicos, como Hijo de la luna, Aire, donde se aprecia el cambio tonal de la voz de Ana Torroja, No hay marcha en Nueva York y un intenso coctel final de los primeros temas del grupo, como Hoy no me puedo levantar y Maquillaje, reestilizados para la ocasión. 

En total, dos horas y media de concierto que incluyeron pirotecnia, efectos videográficos, bailes y trajes variados para Ana y hasta palmeros en Una rosa es una rosa, la canción de su último álbum inspirada en el poema de la picassiana Getrude Stein. La instrumentación de las canciones, los hermanos Cano y lós dos excelentes músicos que les acompañan, fue acertada. Derroches tecnológicos, más que incluidos. El público cantó absolutamente todo, les llamó toreros y les aplaudió con absoluta y cegadora devoción. Ellos, por si acaso, no se olvidaron de cantar ese ejercicio de humildad que han titulado El uno, el dos y el tres, una canción que habla de un incierto futuro sin Mecanitis.

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