Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2016

Cuando me aburro en misa

Imagen
De la noche a la mañana, los islandeses múm han pasado de ser uno de los grupos más originales del planeta a convertirse en una parodia de sí mismos y, de paso, en un aburrimiento soberano que a punto está de manchar definitivamente un currículum que hasta hace poco era limpio e inmaculado. ¿Cómo pueden ocurrir estas cosas? En este caso concreto la razón acaso tenga que ver con la deserción progresiva de las dos componentes femeninas del cuarteto, las misteriosas gemelas Gy a y Kristin Anna Valtýsdóttir y sus voces aniñadas que tanto carácter y fragilidad le daban a las canciones de la banda. O puede ser el caso contrario, que esa misma deserción tuviera que ver con un rechazo a las nuevas formas con las que pretendían jugar los dos chicos de múm, cada vez más lejos del pop electrónico en miniatura y más cerca de un folk pastoral con demasiada carga hippy.  El caso es que los múm de Go go smear the poison ivy ya no son los de Summer make good y ni mucho menos los de antes. S

No debemos de olvidar a nuestros antepasados

Imagen
Como decíamos ayer mi antepasado más antiguo del que tengo noticia, Joaquín, era médico y pudo estudiar la carrera gracias al mecenazgo de una buena persona.  Fue un galeno ilustrado y con vocación pedagógica, que organizaba en su casa sesiones de lectura a las que acudían los labradores del pueblo al término de su dura jornada para escuchar fragmentos de El Quijote, La Iliada, La Odisea u otros clásicos.  Una de sus hijas se casó con Vicente, llamado El Faba por alusión a sus atributos sexuales, pues cosechaba gran éxito entre las damas para disgusto de su esposa, que era muy celosa a veces con motivos justificados. Además de mujeriego el tío Faba, uno de mis tatarabuelos, era un hombre ambicioso y a finales del XIX se trasladó con toda la familia a Barcelona para montar un negocio de vinos.  Su aventura comercial fue un desastre, pero tuvo un aspecto positivo, pues dos de sus hijas, Adela y Carmen, contrajeron sendos matrimonios con dos jóvenes de la burguesía catalana

Los cuentos de hadas me cambiaron la vida

Imagen
Del día de los libros siempre recordaré una tarde de Barcelona en la que bajaba el Paseo de Gracia al lado de Félix Bayón. Íbamos desmadejados un grupo de escritores, de regreso de esa misión entre absurda y evangélica de firmar libros. Javier Reverte, Maruja Torres, algún editor, y por el suelo, algunos pétalos de rosas, desperdigados como nosotros.  Bayón recibió allí mismo la noticia de la muerte de un amigo, suyo y de Maruja. Un periodista de la vieja escuela con el que ambos habían corrido por medio mundo. Poco después sería Félix el que se despidió de todos -un poco a la francesa y un mucho a lo Bayón- sin más escándalo que el que produjeron los portazos de nuestros corazones. Aquella tarde barcelonesa pensé que empezaban a liquidar a la penúltima generación de dinosaurios. Disparaban sobre la tribu.Aquella gente que se formó una idea de los límites del mundo a través de las coordenadas que les daba el propio mundo -la calle, las orillas de la ciudad, esos territorios

No hay que olvidar el factor humano

Imagen
Nada se deja en manos del azar en el mundo de Rafa Benítez. Todo está calculado, cada acción de sus jugadores queda almacenada en el cerebro de un técnico con la sangre más fría que el hielo de la Antártida, cada pieza del tablero tiene sus movimientos predeterminados e incluso bajo la aparente y jovial improvisación de Fernando Torres se accionan mecanismos que previamente se pusieron en marcha en la sala de máquinas que el técnico madrileño mantiene en funcionamiento día y noche durante 24 horas y sin descanso. No cabe el error, todo está programado y hasta ahora, los hechos seguían la leyes dictadas por un hombre que ha vivido ya dos finales de la Copa de Europa con un equipo que sigue sin pasar del cuarto puesto en la Premier. Pero algo debió pasar en ese mundo. Quizás una mariposa se posó sobre una flor al otro lado del planeta y a partir de un acto tan trivial se desencadenaron tsunamis y terremotos que acabaron provocando el cataclismo final. Sí, el error humano, la monum