Amando la vida

Vea usted por dónde, ahora nos enteramos de que la inclinación, mejor diría vocación, de Miguel Delibes. por el deporte de la caza, y en menor grado por el de la pesca, a la que debemos tantas horas de deleitosa lectura, es solamente una de las varias dedicaciones deportivas del gran escritor.

Las sabrosas noticias sobre el particular que aderezadas con el más fino humor nos ofrece en Mi vida al aire libre, nos informan de que en su juventud se entregó apasionadamente al fútbol, como hincha fervoroso del equipo local y como ariete de su propio once, puesto en el que si no cosechó triunfos resonantes fue debido, como él humildemente confiesa, a que los defensas del contrario le impedían tirar a gol. Como ciclista goza fama -no muy justificada, él lo reconoce- de intrépido escalador.

Pero fue el tenis, dejando aparte caza y pesca, el deporte que la practicado con más asiduidad, hasta el punto de que aún ahora, cumplidos los sesenta y ocho años, sigueactuando en la pista, con menos arrestos, claro está, que antaño. Fue y sigue siendo prudente nadador, nada propenso a complicarse la existencia con esfuerzos competitivos. Entre bromas y veras nos cuenta que en pingpong ganó un campeonato en Santander y se proclamó subcampeón en un torneo celebrado en un trasatlántico, rumbo a Nueva York. Si alguien le definió como «un cazador que escribe», tendrá que corregir la ocurrencia diciendo que es un polideportista que ha sabido transformar en materia literaria, emulando la descripción de sus hazañas venatorias, sus otras experiencias deportivas.

Este libro, que no cede en interés ni en belleza literaria a sus hermanos de mayor porte, sean los consagrados a su afición cinegetica, sean novelas o libros de viajes, viene a asegurarnos que el escritor se encuentra en pleno disfrute de sus facultades artísticas, sin haberperdido con los años un ápice de su dominio de la técnica narrativa ni de la lozanía de estilo que sigue forjando una de las mejores prosas de la literatura española contemporánea. Algunos de los capitulos son piezas literarias magistrales. El dedicado a una memorable partida -más bien combate épico- de tenis de dobles, entre él, ya sexagenario y su hijo Miguel contra otra pareja, es digno de pasar a las antologías.

En el tratamiento de un tema que puede parecer, tanto en el sentido deportivo como en el literario, un ejercicio intrascendente, asoma una y otra vez la garra del magnífico narrador. Uno de los aspectos destacados de Mi vida al aire libre, que le confiere especial encanto, es el humor que impregna todas sus páginas. La vena del humor fluye constantemente, conducida con desenvoltura por una pluma que uno se imagina deslizándose sobre el papel sin un solo tropiezo. Se ve que el autor se ha divertido escribiendo estas memorias de su vida deportiva, aunque haya tenido que disimular por momentos accesos de viva emoción. El poder comunicativo de su lenguaje contagia al lector de sus mismos sentimientos con la evocación de muchas horas felices, vividas al lado de los suyos, sus padres, sus hijos, sus compañeros y rivales de aventuras deportivas: el mundo, en suma, de Miguel Delibes.

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